PAJCHA

Mi corazón nostálgico y errante quiere escuchar tu risa entre ocaso y la brisa refrescante de tus flamboyanes, almendros y palmeras. Es tu abrazo en el corazón del centro que se extiende por cada vena, por cada cenote, por cada carretera, lo que me hechiza y envenena. ¿Cómo puedo aprender a tocarte sin dañarnos un centímetro? ¿Cómo podemos aprender a amar cada pedazo de tierra y existencia, más que nuestra, más que «yo con el todo», más que mi ambición o mi devoción, más que mi propio nombre? Como nuestro propio cuerpo.

Es invierno en Bolivia. El Solsticio llegó para mí muy rápido, o cada día de principio a fin, se descubría sacro conforme nos acercábamos a la fecha: veintiuno de junio dos mil veintitres. Me sumergí en la energía de una Luna Nueva con mucha apertura, enlace, juego y fluidez, que los tremendos planes de recibir los primeros rayos del Sol del Año Nuevo Andino, se quedaron incubándose como oso calientito en el seno oscuro y quieto de su madre. Gracias, igualmente, Padre Sol, por volver a nacer. Gracias por hacerme despertar cada día con esa alegría de sentir tu calorcito y tu luz. 

A veces la sociedad me pregunta muchas cosas y en mi cabeza lo traduzco como dudas. Poca confianza. Poca valorización. ¿Acaso nuestros corazones han encontrado el vacío atormentador en el bullicio? ¿En qué momento hemos perdido el hilo de la línea de conexión suprema, determinante y plena? Tantas historias de guerra… que nuestros corazones sufren al sentir paz, como si se tratara de un enemigo que aguarda el momento preciso para atacar. Algunxs estudiosxs lo llamarían, thrauma post traumático. Otrxs encontramos una herida en busca de compasión.

La caza, la crianza, el cuerpo ágil y ligero, construir una casa, buscar el real alimento, ¿cómo nos hacemos responsables de todo ello simultáneamente? Si entregamos tiempo y espacio (energía vital) a pantallas, ilusiones, dramatizaciones de múltiples personajes que creamos para mirar hacia otro lado. Cualquier lado.

Siento que mi cuerpo cambia cuando lo pienso. Siento que hay quien ve a los ojos y hay quien ve el cuerpo completo. Dime cómo nos vemos. Cómo nos amamos. Cómo nos abrimos o nos rechazamos. Cómo nos integramos y cómo nos desintegramos. 

Cuando yo vuelva será el calor de tu aroma lo que me llevará al encuentro plácido con mi estela y mi aurora.


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