KEEP CALM AND WATCH OUT RACISM (Versión Larga)
Viajé por Bolivia en comunidad con otros tres magníficos seres, atravesando experiencias de vida llenas de magia y de misterio, sumando a mi corazón muchos otros más seres magníficos en el camino, integrando y conciliando de la mejor manera posible todos los reflejos que se manifestaban en la diaria convivencia.
Por lo que al concluir dicha temporada, mi cuerpo y mi alma precisaban un descanso muy profundo y silencioso. El cual pude encontrar al volver a casa Perú a finales de diciembre 2022. Por lo que tampoco estaba muy segura de irme, nuevamente, a una aventura similar cuando Angelita propuso viajar por Brasil en navidades andinas de verano.
Sin embargo, celebro mi alma nómada que en la pureza del espacio entre una respiración y otra, encontró el sonido y la vibración para susurrar en clara y alta voz, “Vamos” tres semanas atrás.
Así que cruzamos desde la Amazonía en la frontera Iñapari, Perú – Assis Brasil, Brasil hasta la perfecta y cálida vorágine de la gran metrópoli de São Paulo, para llegar a un pequeño y sorprendente rincón de paraíso en Parachy –a quien dedicaremos otras entradas–.
Si lo soñé o vi alguna imagen similar en revistas, sería mi recuerdo muy vago comparado con la real belleza que emana cada pequeño detalle que lo manifiesta ante todos mis sentidos. Sentidos que también atraviesan muchas discusiones personales, y sociopolíticas, muchos escenarios que me contraponen y abren algunas heridas para llegar aquí: al tesoro al final del arcoíris.
En São Paulo me reencontré con una gran herida maestra: el racismo. El racismo punzante y sutil, el racismo afilado y alerta, el racismo suspicaz, astuto y veloz que entra suave como hoja de cuchillo, y te permite reconocer la profundidad de su intervención hasta que sale del cuerpo y brota la sangre de la piel sin parar.
Mi amigo y hermano, Ausar, me había advertido sobre esta situación. Y aunque he aprendido a mirar estas situaciones con sabio discernimiento, hay ocasiones que me sobrepasan, mi cuerpo se acalora, mi corazón se enciende y la voz, simplemente, quiere estallar, quiere consolar, quiere sentirse escuchada y comprendida.
En esta ocasión, el racismo me dejó, principalmente, dos hermosas lecciones. La primera es que, claramente, es un tema delicado el cual no puede hablarse con todas las personas. La segunda es que para hablar sobre racismo, y cualquier otro tema, la mejor forma es hablar con calma.
El racismo es una herida histórica, psicosocial y política muy profunda, pues lleva muchos años de existencia. Ridícula, estúpida, surreal, pueden ser adjetivos muy déspotas, despectivos y redundantes. Como decir que es una herida por la que tenemos que atravesar para sanarla, la cual puede llevar «su tiempo» y un ritmo muy personal, puede ser muy condescendiente. Todo depende desde la perspectiva desde la cual se interprete. (También profundizaré más poco a poco en próximas entradas).
Un rezo en mi expresión porque la palabra es la creación de la materia, y también es el cultivo de mi armonía con el corazón y la vibración del amor. Aquella que hemos olvidado por sumergirnos en las fantasías de nuestras creaciones. Porque, oh, sí, somos magnificentes creadores de la realidad.
Miremos todo lo que hemos creado desde los años noventa, cómo hemos revolucionado la tecnología, las relaciones sociales, la economía, la era digital. Somos realmente «una raza» muy poderosa. «Una raza».
Gracias, Brasil. Por este primer avistamiento de tu grandeza y belleza cuando falas sobre los derrumbes que traen consigo las lluvias constantes. Gracias, Abuelita Agua por tu sabiduría. Gracias por tu presencia en el mar, en el vapor, en la humedad, en las cachoeiras. Gracias, Yemayá, Oxun, orishas. Gracias, Flujo majestuoso del Misterio Eterno.
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